18 de enero de 2012

Antiarrugas, anticelulitis, antiflacidez, antimanchas

Hay momentos en los que pienso mucho, incluso momentos en los que pienso demasiado. Uno de esos momentos es mientras conduzco, y el otro mientras me ducho ;-)

La reflexión de hoy la tuve en la ducha, y va sobre cremas, aceites, lociones y demás potingues. A mi me encantan las cremas, los maquillajes... ponermelas y también hacerlas. Y como a mi a muchas personas más, mujeres en su mayoría.

Y la pregunta es: Cuando te pones una antiarrugas... ¿Qué te dices? ¿Joder, que vieja estoy, a ver si esta nueva crema hace un milagro? ¿Y con la reafirmante? Es muy probable que tu discurso mental sea: soy una vaca, fofa, me tengo que echar esta crema que sino esto va a ir a peor. Al menos el mío ha sido así un montón de ocasiones. ¿Cómo va a funcionar algo que te aplicas para machacarte y porque eres fea, gorda, vieja o con algún otro tipo de defecto?

Así que el otro día, en la ducha, decidí cambiar mi cantinela y la forma de usar las cremas. Cada aplicación va a ser un regalo hacia mi misma, una forma de demostrarme amor.

Y te animo a que hagas lo mismo: Date un masaje en las piernas, porque es un gusto y luego es genial tenerlas suavecitas, no porque tal y como las tienes te espanten. Ponte crema en la cara como un mimo hacia a ti. Píntate para divertirte, para jugar con los colores... no lo hagas pensando en las ojeras tan horrendas que tienes, o que no puedes salir a la calle sin pintar porque tienes cara de lechuga.

El potingueo es divertido, y seguro que hace muchiiiisimo más efecto si te lo aplicas con amor y no por "obligación".

7 de enero de 2012

Crecer como el bambú

Me acaban de mandar este correo sobre el crecimiento del bambú... me viene al pelo en este momento, así que lo comparto contigo, por si también te sirve de inspiración y apoyo en los momentos de desesperanza o angustia porque "no pasa nada".

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego. También es obvio que quien cultiva la tierra no se detiene impaciente frente a la semilla sembrada, y grita con todas sus fuerzas: ¡Crece, maldita sea!
Hay algo muy curioso que sucede con el bambú y que lo transforma en no apto para impacientes: Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.
Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece más de 30 metros. ¿Tardó sólo seis semanas crecer? No, le llevó siete años y seis semanas  desarrollarse.

Bambú a los siete años y seis semanas
Durante esos siete años de aparente inactividad, el bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años. 

Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo. 

Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta. Es tarea difícil convencer al impaciente que sólo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado. 

De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante. En esos momentos que todos tenemos, recordar el ciclo de maduración del bambú japonés, y aceptar que en tanto no bajemos los brazos, ni abandonemos por no “ver” el resultado que esperamos, si que está sucediendo algo dentro nuestro: estamos creciendo, madurando.

Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice.
El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación.Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros.Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia. 

Tiempo… Cómo nos cuestan las esperas. Qué poco ejercitamos la paciencia en este mundo agitado en el que vivimos. Apuramos a nuestros hijos en su crecimiento, apuramos al chofer del taxi… nosotros mismos hacemos las cosas apurados, no se sabe bien por qué. Perdemos la fe cuando los resultados no se dan en el plazo que esperábamos, abandonamos nuestros sueños, nos generamos patologías que provienen de la ansiedad, del estrés… ¿Para qué? 

Te propongo tratar de recuperar la perseverancia, la espera, la aceptación.
Si no consigues lo que anhelas, no desesperes y sigue intentándolo… quizá solo estés echando raíces.


Que el 2012 sea el año de tus seis semanas, el año en el que veas cómo se materializan tus sueños y proyectos. :-)