18 de enero de 2012

Antiarrugas, anticelulitis, antiflacidez, antimanchas

Hay momentos en los que pienso mucho, incluso momentos en los que pienso demasiado. Uno de esos momentos es mientras conduzco, y el otro mientras me ducho ;-)

La reflexión de hoy la tuve en la ducha, y va sobre cremas, aceites, lociones y demás potingues. A mi me encantan las cremas, los maquillajes... ponermelas y también hacerlas. Y como a mi a muchas personas más, mujeres en su mayoría.

Y la pregunta es: Cuando te pones una antiarrugas... ¿Qué te dices? ¿Joder, que vieja estoy, a ver si esta nueva crema hace un milagro? ¿Y con la reafirmante? Es muy probable que tu discurso mental sea: soy una vaca, fofa, me tengo que echar esta crema que sino esto va a ir a peor. Al menos el mío ha sido así un montón de ocasiones. ¿Cómo va a funcionar algo que te aplicas para machacarte y porque eres fea, gorda, vieja o con algún otro tipo de defecto?

Así que el otro día, en la ducha, decidí cambiar mi cantinela y la forma de usar las cremas. Cada aplicación va a ser un regalo hacia mi misma, una forma de demostrarme amor.

Y te animo a que hagas lo mismo: Date un masaje en las piernas, porque es un gusto y luego es genial tenerlas suavecitas, no porque tal y como las tienes te espanten. Ponte crema en la cara como un mimo hacia a ti. Píntate para divertirte, para jugar con los colores... no lo hagas pensando en las ojeras tan horrendas que tienes, o que no puedes salir a la calle sin pintar porque tienes cara de lechuga.

El potingueo es divertido, y seguro que hace muchiiiisimo más efecto si te lo aplicas con amor y no por "obligación".

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